Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

Otras candidaturas, otra política, otra Europa

Publicado en Público.es el 21 de febrero de 2014 con Ignacio Trillo Huertas, Economista, funcionario, y miembro de Foro Ético

Los partidos políticos españoles actúan, deciden y se financian a espaldas de la ciudadanía. Es fácil comprobar desde fuera que son organizaciones oligárquicas que a veces no respetan ni las formas democráticas y que su militancia de base apenas puede hacer nada frente a la voluntad de los dirigentes. Ni siquiera los parlamentarios, que se supone que tienen un mandato popular al que someterse, pueden decidir por sí mismos y se limitan a obedecer en silencio a sus jefes de filas. De lo contrario, nunca más irían en las listas electorales y es de sobra conocido que sus afiliados más críticos terminan casi siempre exterminados.

Eso es algo tan visible e indisimulado que la ciudadanía ha terminado por desconfiar y alejarse de todos los partidos. Y como el entramado institucional de la representatividad política se asienta en ellos, se produce una carencia básica en nuestra sociedad: las personas normales y corrientes no disponemos de cauces de participación no ya atractivos sino mínimamente efectivos. Máxime, cuando los partidos mayoritarios se han encargado de endurecer las normas que regulan la participación política al margen de ellos, por ejemplo, dificultando todo lo posible que se puedan presentar a las elecciones o que estén presentes en las instituciones candidaturas, colectivos, movimientos u organizaciones de otro tipo, nacidas de la base, directamente de la ciudadanía. De ahí la conmoción que produjo el 15M, contemplado por los poderes como una auténtica anomalía capaz de desestabilizar el sistema, así como la criminalización de este tipo de movimientos con que se están presentando por los medios gubernamentales.

El resultado de la falta de cauces para participar en la vida política, si no es a través del filtro de los partidos convencionales, es la desafección de la población hacia todo lo que tiene que ver con la vida pública. O que incluso la viva con asco cuando no puede hacer nada frente a la corrupción y el escándalo que suponen el incumplimiento de las promesas electorales, las imputaciones constantes a dirigentes y cargos de absolutamente todos los grandes partidos, o su connivencia en escándalos como los de las cajas de ahorros que han supuesto un auténtico y vergonzoso robo al patrimonio social.

Pero a pesar de todo, no han dejado de darse respuestas para acabar con todo ello y la indignación y el rechazo no se han manifestado solo en negativo sino que aparecen nuevos lenguajes, formas originales de organización y participación y propuestas alternativas para fortalecer la democracia y hacer posible la participación real y efectiva de la gente corriente en la toma de decisiones. Expresiones de democracia directa y de contrapoder nacidos de la base social todavía elementales y embrionarias pero que incluso así están siendo capaces de generar impulsos suficientes como para frenar agresiones y cambiar el curso de los acontecimientos.

Una de las propuestas alternativas que se abre paso es la de organizar elecciones primarias abiertas para que la población pueda pre-elegir a sus representantes. Una propuesta que es lógico que trastorne a los grupos de poder dominantes en los partidos políticos tradicionales pues amenaza con imponer una lógica de representación popular muy diferente a la que en ellos viene dándose.

Descalificar esta demanda como si simplemente se trata de un tipo superficial de marketing político o, lo que es más absurdo y simplista, como una fuente de desideologización y de pérdida de perfiles políticos es la reacción in extremis de quienes solo ven la política como algo incompatible con lo inesperado, con lo innovador y distinto que efectivamente puede surgir cuando los seres humanos actuamos con libertad y autonomía.
Y es lógico que esta propuesta se esté planteando ante las cruciales elecciones europeas que se avecinan, cuando tanta gente desea que haya candidaturas de amplio espectro ciudadano capaces de atraer a una amplia mayoría social y no solo a las franjas de población que se identifican con perfiles ideológicos concretos, única forma de vencer y de acabar con el dominio antidemocrático de la derecha.

¿Hay algo más elemental que promover la máxima participación de la gente cuando lo que se quiere es ir hacia grandes mayorías sociales? ¿Y hay otra forma más eficaz de hacerlo que ofreciendo a la mayor cantidad posible de personas que puedan presentarse y presentar sus propias opciones y candidaturas sin necesidad de estar previamente avalados por los aparatos y sin necesidad de pasar por sus filtros oligárquicos, para que así puedan definir ellas mismas quiénes deban ser las personas que opten a ser sus representantes? ¿Hay otro modo mejor de lograr democráticamente que las candidaturas sean el reflejo más fiel de los deseos de los de abajo que luego han de votarlas? ¿Tiene sentido, por el contrario, que candidaturas que se reputan como abiertas, populares y de amplia proyección política estén encabezadas por personas elegidas solo por los aparatos? Si se sigue haciendo lo de siempre ¿no estaríamos moviéndonos en el mismo marco de la vieja forma de hacer política que es lo que la gente desea y sabe que hay que desterrar para que haya democracia real?

Las primarias abiertas pueden ser, y lo han sido allí donde se han celebrado, una forma muy positiva y eficaz de generar movilización y de fomentar el debate y la participación, de abrir los partidos a la sociedad y de hacer que ésta los condicione y los someta a la voluntad y al control popular, es decir, al poder de la gente.

Es verdad, sin embargo, que las primarias no pueden concebirse como un fin en sí mismo y que tendrían una utilidad política reducida si se limitan a ser la única forma de transformar la vida política.

Las primarias abiertas pueden ser una palanca para la movilización de cientos de miles de personas, que así podrían hacer suyas desde el principio a las candidaturas, que se auto organizarían para trasladarlas a todos los rincones de nuestro país generando un tsunami ciudadano de fiesta ante las urnas que podría llevar a ellas a los millones de personas que necesitamos para cambiar España y Europa. Algo que es imposible sin que de la sociedad surjan los y las más capaces, brillantes, generosos y honestos para trasladar su liderazgo natural en sus entornos sociales o profesionales al resto de la sociedad como candidatos y candidatas.

Por eso lo que hay detrás de la demanda de primarias es la necesidad de generar un nuevo tipo de política y de representación popular. No se trata solo de elegir previamente a quienes luego van a concurrir a las elecciones en el marco de las diferentes candidaturas. Se trata también y sobre todo de establecer una especie de nuevo contrato de representación basado en el control y en el sometimiento a quien elige, que contemple la rendición obligada de cuentas y la revocación, la máxima transparencia y la renuncia a privilegios para que nunca se secuestre o traicione la voluntad popular expresada en las urnas, ni por aparatos de partidos ni por lobbies económicos o mafiosos.

No entendemos, por tanto, que ante la proximidad de las elecciones europeas y en la coyuntura en la que estamos, con agresiones constantes, pérdida de derechos esenciales y quebranto inmoral a la calidad de vida de nuestra ciudadanía, se siga siendo tan reacio a llegar a acuerdos que se traduzcan en la mayor identificación posible de la gente normal y corriente con la vida política. La gente está harta de que se imponga el menú dedocráticamente obligado que luego ha de consumir en las elecciones. Entre otras cosas, porque ya ha comprobado lo que eso esconde después.

No entendemos a organizaciones que, manifestando en teoría que quieren más democracia y nuevas formas de hacer política, se opongan a la convocatoria pública de primarias abiertas que permitan el nacimiento de nuevas candidaturas con la participación de millones de ciudadanos para elegir así la mejor lista electoral en donde se encuentren las personas más identificadas con la gente.

Por eso reclamamos generosidad y responsabilidad y llamamos a presionar a las organizaciones políticas para que hagan un esfuerzo definitivo para salir de lo viejo y darle salida al mundo nuevo, no solo en la retórica o en el papel de sus programas electorales sino en la práctica y en los hechos concretos y cotidianos.

Hay que lograr que millones de personas salgan de la frustración, del abstencionismo y la impotencia para que el próximo 25 de mayo llevemos al Parlamento Europeo una mayoría social de progreso con mandato imperativo y revocatorio que muestre que la ciudadanía de uno de los países de la periferia de la UE más afectado rechaza radicalmente las estafas con las que se está dando respuesta a la crisis para beneficiar solo a quienes la han provocado. Y para que, a partir de ahí, se den nuevos pasos para echar al gobierno de Rajoy que está acabando con los derechos sociales y con la ya de por sí escasa democracia que tenemos.

Podemos conseguirlo si lo reclamamos con decisión y si los ciudadanos y ciudadanas de abajo nos organizamos y nos plantamos frente a lo viejo y frente a lo oligárquico y lo convencional. Digámoslo alto y claro: sin primarias no hay voto y sin el voto abierto y masivo la primarias son un engaño. Nuestro voto solo para quien gane auténticas primarias.

6 comentarios

Agustín Salvador 22 de febrero de 2014 at 21:48

En un sistema democrático de pluralidad y libertades, las personas interesadas en participar social y políticamente tienen la posibilidad de asociarse en los tipos de organización que sean de su preferencia. Una legítima, entre otras, es el partido político.
Para gobernarnos en una sociedad de millones de habitantes, con una alta complejidad en todos los campos, necesitamos de representaciones con preparación y dedicación. Es imposible poder hacerlo con toda la gente directamente (salvo en puntuales referendos). Representaciones estas -cada una con su propio ideario y programa- que confrontarán, deliberarán, pactarán (o no) y decidirán por mayoría en el Parlamento. Y no he descubierto otra manera mejor de hacerlo. Estas representaciones pueden ser partidos y candidaturas electorales.
En democracia, un partido tiene que ser democrático internamente. De acuerdo. Ahora bien, que este pedigrí se lo den unas “primarias” (encima abiertas a toda la ciudadanía), me parece un baremo dudoso y una idealización de ese método de selección de candidatos y del criterio de millones de personas. Si ya a quienes conocen un poco de algunos partidos, de la gente que se mueve en su seno y de sus programas, les puede costar decidirse (que es de lo que se trata) ¿qué podrán elegir quienes normalmente no están a ello? Pues dependerá muy mucho de lo mediáticos que sean los y las elegibles.
A ver, yo estoy por la mejor democracia representativa parlamentaria mediante partidos, candidaturas electorales u otras formas de presentarse, complementada con fórmulas participativas (entre ellas el referendum) y el derecho de revocación de cargos. Dentro de una sociedad de personas cada vez más libres. Rica en asociacionismo, reivindicaciones, movilizaciones… Formando todo ello un entramado democrático siempre mejorable. Pero hay que estructurarlo debidamente. Hay que diseñarlo con detalles, de manera práctica, con leyes, con organizaciones… Que hagan viable el estudio, la deliberación y la resolución de problemas. Y el sistema de partidos ( o como quiera que otros quieran autodenominarse) da más garantías en este sentido.
A mi juicio y “primarias” aparte, lo más efectivo sería que se juntasen todos esos conocidos líderes y personalidades a la izquierda del P.s.o.E. -que andan por ahí casi proponiendo lo mismo- y, de una vez por todas, dejaran pelos en la gatera y pactaran un programa y una sólida candidatura unitaria, como polo de atracción electoral para conseguir un porcentaje apreciable en las urnas. Si ellos se unen y aparecen públi- camente ofreciéndolo, mucha gente se va a unir y va a apoyar. Lo demás son juegos florales.

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horacio l p 23 de febrero de 2014 at 01:03

Me extraña que no digáis ni una palabra del previsible papel de los medios de difusión masiva en los distintos momentos de ese proceso que dibujáis como deseable. ¿Angelicalmente deseable, quizás? No sé, no sé.
La realidad de tales medios y su influencia no deja de estar presente e influir porque no se considere.
La realidad es el punto de partida para la transformación. Me parece.
En ese aspecto, nada marginal, y en otros.
saludos amistosos.

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MarioGC 23 de febrero de 2014 at 14:28

Estimado profesor,
las mal llamadas «primarias» no son nada de lo que usted dice que serían. No tienen nada que ver con la «participación» ya que se reducen, en realidad, a elegir a una cara en vez que otra, dejando en segundo o ningún plan lo que que verdaderamente importa: los programas, las cosas que se quieren hacer y se van a hacer. Las mal llamadas «primarias» – que no por casualidad nacen de una «democracia» ficticia y bloqueada como la norteamericana – sirven sólo para hacer marketing político-personal y a dar una falsa impresión de elección y participación, al mismo nivel de cuando se «elige» entre dos marcas del mismo grupo multinacional.
No es con estas «primarias» que se resuelve el problema de la descalificación de la política y de los partidos, sino con la participación directa – en partidos, en colectivos, en asociaciones etc. a través de reglas claras de interacción y de representación; y con la seriedad y la coherencia de los programas y de las propuestas, así como de las personas que, democráticamente y transparentemente, están llamadas a aplicar dichos programas y propuestas.
Lo contrario no es otra cosa que una carnevalada en la que predominan nada más que intereses personales, donde gana «el más fuerte» no en términos políticos sino de imagen, económicos, mediáticos etc.
Saludos

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Quini Irigoyen 23 de febrero de 2014 at 17:11

Mientras no cambien las reglas del juego no vuelvo a votar.

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Agustin Salvador 24 de febrero de 2014 at 20:09

El principio de acuerdo entre IU y Podemos es una buena noticia. A ver si cuaja y se amplia. Pero ya digo, si las personas que tienen un liderazgo en cada grupo no se ponen de acuerdo, no hay nada que hacer.

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Juanita 23 de marzo de 2014 at 12:38

Para nada sirve tanta burocracia europea. Convocar elecciones cuesta un dineral exagerado. Con el dinero de los sueldos parlamentarios se alimentaría a toda Andalucía durante un año y para qué sirven esos escaños? PARA QUE LA TROIKA y Merkel los manden a freir juanolas y hagan lo que les da la gana. Propongo no votar a las europeas. Abstención a modo de protesta!

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