Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

Crecimiento y empleo en Europa

Publicado en La Opinión de Málaga el 27 de marzo de 2005
 

Los Jefes de Estado o de Gobierno de la Unión Europea acaban de llegar a un acuerdo para adoptar medidas que propicien el mayor crecimiento de la economía y más creación de empleos.

 

En realidad, se trata de una revisión bastante significativa de dos grandes acuerdos previos, la estrategia de Lisboa y el pacto de estabilidad y crecimiento, y de la reconsideración de una directiva sobre servicios públicos que había sido duramente criticada por varios países.

En Lisboa se había establecido un ambicioso plan a largo plazo que debería llevar, según fueron definidos sus objetivos, a que Europa alcanzara el pleno empleo y alcanzara a Estados Unidos en materia de innovación y desarrollo tecnológico. La revisión que se realiza ahora es modesta pero, como he dicho, significativa. En lugar de evaluar lo que ha podido fallar para darle remedio se opta por limitar el alcance de la estrategia y no entrar en el fondo de la cuestión. Ya no se habla de pleno empleo sino, como hace el Tratado Constitucional, de alto nivel o simplemente de más empleo, lo que no es exactamente lo mismo. Y aunque se vuelve a hablar de nuevo del papel central de la educación y la innovación no se tiene en cuenta que si algo ha fallado ha sido la insuficiente inversión en estos conceptos como consecuencia de las inadecuadas restricciones que se derivaban de las políticas económicas dominantes.

Sin embargo, puede considerarse positivo que, al menos, los presupuestos de los estados hayan de orientarse explícitamente al crecimiento y al empleo y que hayan de elaborarse planes específicos para impulsarlos.

La segunda revisión significativa es la del pacto de estabilidad y crecimiento, un inaudito corsé que las economías europeas se habían puesto a sí mismas y cuya rigidez e inoportunidad ha sido sumamente costosa y dañina, precisamente, para crear crecimiento y empleo. Hasta el propio Presidente Prodi lo calificó, aunque ya a mala hora, como una “estupidez”.

En términos muy llanos, este pacto implica que, para evitar que las economías se endeuden sin necesidad provocando males mayores, no se puedan endeudar anualmente por el encima del 3% del PIB cuando vienen años malos, cuando necesitan realizar esfuerzos extraordinarios a causa, por ejemplo, de su retraso relativo, o para poder financiar bienes cuyo resultado o retorno sólo aparece con el paso del tiempo. Se trata, pues, de un pacto que mataba la mosca del endeudamiento inadecuado con cañonazos desproporcionados.

Lo que ocurrió fue que los países más grandes lo incumplieron y han terminado por imponer una revisión que ya no arregla los desaguisados anteriores pero puede evitar algunos más en el futuro.

La revisión consiste básicamente en que antes de que la Comisión y el Consejo puedan expedientar a algún país por superar el endeudamiento deberán tenerse en cuenta factores como ‘el potencial de crecimiento, las condiciones del ciclo económico, la implementación de políticas en el contexto de la agenda de reformas económicas de Lisboa, las políticas para promover la investigación, el desarrollo y la innovación (…) la sostenibilidad de la deuda, la inversión pública y, en general la calidad de las finanzas públicas”.

Gracias a su enorme influencia política Alemania ha conseguido que se no se incluya en el déficit el coste de la reunificación, lo cual es una clarísima prueba de la arbitrariedad con que se ha concebido esa reforma. ¿Por qué no considerar de igual forma el coste que tendría para España alcanzar los niveles medios europeos en servicios o en infraestructuras de todo tipo?

Pese a ello, se trata de una flexibilización imprescindible y que cabe esperar que se utilice a partir de ahora para evitar que la economía europea siga marchando con el freno permanentemente pisado.

Finalmente, se ha acordado revisar profundamente la directiva sobre servicios públicos que apuntaba hacia su privatización exagerada y se ha logrado que se reconozcan que servicios como la sanidad o la educación son esenciales  y de interés general y que deben quedar salvaguardados. El tiempo dirá si ha sido una cautela retórica ante el referéndum francés o si realmente sirve para protegerlos de la voracidad de los mercados.

Otras propuestas de alcance más concreto, como las que se refieren a nuevas formas de organizar el trabajo o al fomento de la contratación laboral más barata y flexible se basan una vez más en la creencia equivocada de que el modelo norteamericano es más efectivo a la hora de crear empleos. Y esa misma lógica parece que predomina también en las consideraciones sobre los factores que podrían dinamizar el crecimiento y el empleo en Europa.

Se postula permanentemente que para tener más crecimiento y más empleo Europa debe copiar lo que hacen los estadounidenses cuando la realidad es que aquí mismo, en Europa, están los ejemplos que deberíamos seguir si lo que se buscara de verdad fuese hacer las cosas como los mejores.  Suiza, Noruega , Dinamarca, Austria, Suecia, Alemania o Finlandia tenían el PIB per capita por encima del estadounidense en 2002. La productividad de la economía de Alemania, Islandia, Francia, Italia, Holanda o Bélgica era mayor que la de Estados Unidos en ese mismo años. La tasa de población adulta ocupada es mayor en Dinamarca o Suecia que en Estados Unidos. El desempleo en Irlanda, Noruega, Suecia, Dinamarca o el Reino Unidos es menor que el de Estados Unidos. Los países más competitivos del mundo son Finlandia, Suecia, Dinamarca, Noruega e Islandia. Y eso, sin hablar de las desigualdades, mucho más bajas en los países europeos.

La realidad nos muestra que los países con mejor desempeño económico son los que tienen más protección social, más gasto público, más estado, más rigidez en los mercados para evitar sus efectos negativos… ¿Por qué se empeñan entonces en que hagamos lo contrario de los países europeos que han logrado más bienestar?, ¿no resulta muy sospechoso ese empeño?

Lo que hace falta para que toda Europa, y no sólo unos cuantos países, tengan mejores resultados económicos no es imitar a Estados Unidos sino justamente lo contrario, imitar a los nuestros que lo hacen mejor. Eso significa que en lugar de dejarnos caer cada vez en los brazos del mercado, lo que deberíamos hacer sería dotarnos de más políticas europeas de bienestar social, de más y más fuertes instituciones europeas, y de políticas económicas más coordinadas a nivel europeo.

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