Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

Regalos de Reyes

Los Magos de Oriente han sido una vez más muy generosos conmigo. Me dejan una edición preciosa de un libro que debería leerse siempre para inmunizarse contra el mal del totalitarismo y una pluma para escribir caligrafía ¡como en los viejos tiempos del colegio, pero mejor!… Entre otras cosillas…

12 comentarios

Carmen Digges La Touche 6 de enero de 2014 at 14:04

Excelente elección. Tenemos que releer libros que fueron referentes; en cuanto a la escritura…….¡ qué falta nos hace ¡ Ya no se ni coger un bolígrafo.

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Ivan 6 de enero de 2014 at 15:12

Aunque la trama de Rebelion en la Granja «sigue tan fielmente el curso histórico de la Rusia de los Soviets y de sus dos dictadores que sólo puede aplicarse a aquel país» (como confesara el Orwell), debería ser la democracia burguesa el ejemplo por excelencia de sistema totalitario, que ha logrado sobrevivir a pesar de las profundas diferencias de clase y de la explotación integral de la especie humana. El propio autor no era ajeno a esta opinión mía en su artículo, «la libertad de prensa», donde describía el sofisticado sistema mediático creado en el mundo capitalista: «esto es fácil de entender mientras la prensa británica siga tal como está: muy centralizada y propiedad, en su mayor parte, de unos pocos hombres adinerados que tienen muchos motivos para no ser demasiado honestos al tratar ciertos temas importantes. Pero esta misma clase de censura velada actúa también sobre los libros y las publicaciones en general, así como sobre el cine, el teatro y la radio. Su origen está claro: en un momento dado se crea una ortodoxia, una serie de ideas que son asumidas por las personas bienpensantes y aceptadas sin discusión alguna. No es que se prohiba concretamente decir «esto» o «aquello», es que «no está bien» decir ciertas cosas….» Esta ortodoxia, creada por poderosos medios de comunicación falsamente independientes, es la que convierte a las democracias burguesas en el más sofisticado y blindado ejemplo de totalitarismo, que todavía hoy se sigue vendiendo al mundo como ejemplo de democracia y libertad, a menudo impuesto por la maquinaria de guerra de las grandes potencias para facilitar las relaciones neocoloniales.
Tras la caída del campo socialista, donde las diferencias de clase no eran tan profundas como en las democracias burguesas ni existía la deshumanización típica de la explotación y maximización de beneficios capitalistas, lo único que cabe afirmar es que no era un sistema tan totalitario como el que estamos sufriendo aquí, en donde persiste la férrea e «independiente» ortodoxia de que votar una día cada cuatro años a los tiranos compromisarios de la clase dominante es lo único que cabe esperar de las mentes bienpensantes. Por otra parte, en el citado artículo («la libertad de prensa»), Orwell denunció la responsabilidad de las naciones capitalistas respecto del liderazgo de Stalin y de que la figura de Trotsky (por la que sentía claras simpatías) acabara por malograrse como digna alternativa. Algún día tendrá que aclararse este asunto y la alta responsabilidad de occidente en el fracaso del modelo socialista, incluso en los liderazgos y las políticas realizadas. Claro que esto no es nada extraño. El hecho de que todos los medios capitalistas prefieran a Llamazares como interlocutor y portavoz de IU demuestra su altísima responsabilidad en que la izquierda no logre consolidar los liderazgos e ideas que puedan hacerla triunfar.

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Jordi Doménech 6 de enero de 2014 at 16:45

A mí, como a muchos, nos han dejado un sobrecoste de narices, o sea, el cuentito, y sin posibilidad de que podamos enviarles a paseo a esos piratas :(

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PIlar 7 de enero de 2014 at 00:03

Seguro que también le han dejado caer esos magos algún beso sincero. En ese caso, enhorabuena.

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Antonio Gonzalez 7 de enero de 2014 at 02:20

En definitiva Rebelion en la Granja pasara a
la historia como uno de los grandes ejemplos
de desinformación.
A estas alturas del juego, que se conocen todas
las cartas, el de como se marcaron y quienes las
marcaron, no pasa de ser una curiosidad.

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Luis Angel Aguilar 7 de enero de 2014 at 04:15

Bastante apropiado, aunque no tanto como !1984! la otra gran obra de Orwell. Por aquello de la Neolengua políticas y el Gran Hermano…
Que 2014 destierre la impúdica neolengua política actual: Eufemismos u oxímoros que niegan o disfrazan la verdad.
http://luisangelaguilar.blogspot.com.es/2014/01/que-2014-destierre-la-impudica.html

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A.Salvador 7 de enero de 2014 at 09:38

Así como «Rebelión en la granja» es más próximo a un sistema de tipo soviético, «Un Mundo Feliz» de A. Huxley refleja mejor la orientación del sistema capitalista.
Decir que el sistema soviético no era tan totalitario como el que tenemos aquí, supone un gran desconocimiento de lo que fue aquél y de lo que es éste.
Echar la culpa » a los demás» del poder adquirido por Stalin y de los fracasos del «campo socialista» denota pocas ganas de investigar y someter a crítica las propias teorías y prácticas.
¿ Qué métodos empleó San Trosky cuando tuvo un gran poder y dirigió el Ejército Rojo?

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arsenio gonzalez 7 de enero de 2014 at 14:15

Hermoso libro que he leído y releído. Hay una buena película en dibujos animados con el mismo título que he puesto varias veces a mis alumnos. A mi los reyes me han traído un brote de indignación en contra de la subida de la luz que he intentado canalizar a través de una petición de firnas en «change. org». Buscarla y firmad si lo veis conveniente, el …»´titulo es «NO A LA SUBIDA CONTINUADA DE LA LUZ. Saludos.

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jesús 7 de enero de 2014 at 16:46

Si, cuánto debemos a socialdemócratas (psoe), eurocomunistas, trotkystas, anarquistas e incluso liberales. A Hombres como Orwel o a Robert Conquest.
Y acertadísima la frase de ¿Clemenceau?: qué tontería habré dicho que mis enemigos me aplauden…

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jesús 8 de enero de 2014 at 08:25

«…denota pocas ganas de investigar y someter a crítica las propias teorías y prácticas…»
Cosa que se suele ver con mucha frecuencia en la literatura que en Occidente ha pasado el filtro
Podríamos investigar cambiando un poco la lente… No todo ha de provenir allende los mares.
De entrada (otan no) también podemos leer a Doménico Losurdo, a Leo Martens, (hay más) que profundizan un poquito bastante más, en vez de entregar el análisis al enemigo más feroz, que después, a pesar de su ferocidad, nos cuenta cuentos de Caperucita Roja.
Leyéndolos se sale de ese pasmo provocado por comprobar que los más belicosos (dos guerras mundiales, casi una tercera con la intervención de 16 ejércitos extranjeros en la guerra civil rusa, 130 los eeuu, guerras coloniales, guerras neo-coloniales ya hasta en Europa, con Yugoslavia… Eso por no hablar de los 50.000 muertos diarios por omisión) marquen la pauta del pensamiento crítico… hacia los enemigos.
La investigación crítica la extendería a la propia biografía de Orwell, sobre todo cuando regresó a Londres, donde ya no planteo el purismo de la revolcuicón pura. O la de Trotsky, con amplitud y profundidad.

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jesus 25 de enero de 2014 at 14:15

Posiblemente George Orwell haya sido uno de los escritores más celebrados durante una buena parte del siglo XX. Pero¿quién fue realmente este controvertido escritor? ¿Cuáles fueron las causas auténticas de su éxito? ¿Qué papel le tocó jugar en el contexto crispado de la post II Guerra Mundial? ¿A qué intereses respondía su angustiosa predicción de lo que iba a ser el futuro? Manuel Medina-Anaya, colaborador de Canarias-semanal, trata de dilucidar estas interrogantes en el presente artículo.
Orwell, cuyo nombre real era Eric Blair, nació en la India en 1903 -donde su padre ejercía como funcionario colonial- en el seno de una aristocrática familia británica venida a menos. Parte de su adolescencia la pasó en el famoso y elitista Eton Collage, escuela en la que las clases pudientes inglesas educan a sus vástagos. Al cumplir 20 años, su admiración por el Imperio británico lo empujó a enrolarse en la Policía Imperial, siendo destinado a Birmania. En 1927, después de constatar de cerca la naturaleza de los cuerpos represivos británicos en las colonias, regresó a Londres, donde trató de abrirse camino como escritor. Como resultado de su experiencia birmana, en la que pudo presenciar la tortura y el escarnio contra la población autóctona, su pensamiento político se radicalizó hacia posiciones de izquierda. Aunque su relación con la policía británica y sus experiencias en los bajos fondos parisinos le proporcionaron abundantes materiales para la creación literaria, sus primeras novelas no tuvieron ningún éxito.
En 1936, Orwell viajó a España y se alistó en las filas del ejército republicano para luchar contra la rebelión franquista. Esa experiencia bélica, que se redujo a unos pocos meses, le sirvió para escribir “Homenaje a Cataluña”, posiblemente su mejor obra. Su presencia en España estuvo jalonada por los enfrentamientos entre militantes comunistas y republicanos, por un lado, y anarquistas y miembros del POUM (2), por el otro. El dramatismo de ese combate fraticida, que Orwell vivió del lado de los perdedores, lo llevaría a definirse ideológicamente en un extraño cóctel que combinaba el anarquismo con una original variante del trotskismo.
En 1945 escribió “Rebelión en la granja”. La obra consistía en una amarga sátira de la Revolución rusa, protagonizada caricaturescamente por los animales de una hacienda. La narración tuvo una pobre acogida en Inglaterra, donde Orwell solo logró vender 23.000 ejemplares. Sin embargo, poco tiempo después, en 1946, la novela cruzó el Atlántico y, en los EEUU, los servicios de inteligencia norteamericanos se encargaron de convertirla en un auténtico bestseller.
La obra se vendió por centenares de miles, aunque su calidad literaria fuera algo más que dudosa. No en vano, la CIA disponía de la influencia necesaria en los medios de comunicación para convertir lo mediocre en excelente. Los elogios fueron casi unánimes en la prensa norteamericana. El periódico New Yorker, por ejemplo, cuyos exigentes críticos literarios solían ser muy tacaños a la hora de emitir un elogio, calificaba a “Rebelión en la Granja” como un libro “absolutamente magistral”, y sostenía que había que empezar a considerar a Orwell como “un escritor de primera línea, comparable con Voltaire”. Como no podía ser menos, la infraestructura de la CIA en Hollywood se hizo cargo también de financiar la versión cinematográfica de “Rebelión en la granja”. No se escatimaron dólares a la hora de invertir. Un ejército de ochenta dibujantes asumió la tarea de construir las 750 escenas con los 300.000 dibujos a color que requería la producción del film en dibujos animados. El guión fue asesorado por el Consejo de Estrategia Psicológica, que procuró que el mensaje fuera nítido y favorable a los planes de la CIA. La película contó con una enorme cobertura publicitaria y pudo verse hasta en el último confín de Occidente.
En 1949, apenas unos meses antes de su muerte, Orwell publicó la novela “1984″. Animado por el inesperado éxito de su anterior bestseller, el escritor británico rescató el anticomunismo como tema central de su nuevo libro. Orwell no fue en esta ocasión un dechado de originalidad. Su novela resultó ser un auténtico plagio de la obra “Nosotros”, escrita por Evgeni Zamiatin, un narrador ruso de principios del siglo XX, que huyó de su país en 1917, en las vísperas de la Revolución. Tiene escasa importancia si el tipo de sociedad descrito por Orwell en “1984″ correspondía a la sociedad stalinista o a la sociedad de consumo de los países capitalistas. El hecho cierto es que el libro le vino de mil maravillas a la CIA y a la logística de su ofensiva ideológica en Europa. Y eso Orwell no lo ignoraba, sino que lo utilizó como desahogo de su anticomunismo enfermizo. Isaac Deustcher, un teórico trotskista de reconocido prestigio internacional describía con esta significativa anécdota, el impacto que el libro había provocado en la opinión pública norteamericana: “¿Ha leído usted ese libro? Tiene que leerlo, señor. ¡Entonces sabrá usted por qué tenemos que lanzar la bomba atómica sobre los bolcheviques!”. “Con esas palabras, – decía Deustcher – un miserable ciego, vendedor de periódicos, me recomendó en Nueva York “1984″, pocas semanas antes de la muerte de Orwell”. Pero el escritor ingles no solo contribuyó, junto con otros intelectuales “arrepentidos”, a crear un clima de insufrible pánico anticomunista en las sociedades occidentales. George Orwell, que con “1984″ había aterrado a millones de personas con la posibilidad de que el futuro nos deparara una sociedad escrupulosamente vigilada por un omnipresente “Gran Hermano”, que todo lo controlaba, se convirtió él mismo en un vil delator de los intelectuales de izquierda residentes en su país. Durante años Orwell ha sido considerado en el ámbito de algunos sectores progresistas,
como un autor paradigmático de la defensa de los derechos de los individuos frente al omnipresente poder del Estado. Paradójicamente la realidad ha puesto de manifiesto que tan solo fue un vulgar alcahuete de los servicios policíacos británicos y norteamericanos. La recuperación del material secreto de la época demuestra que Orwell denunció hasta 125 escritores y artistas como “compañeros de viaje, testaferros del comunismo o simpatizantes” . Haciendo uso de las lecciones aprendidas en la policía colonial del Imperio, Orwell se dedicó a anotar escrupulosamente los datos e impresiones de aquellos intelectuales con los que mantenía relación. En lo que el mismo denominaba como “su listita”, no solo se incluían los nombres de sus denunciados, sino también las observaciones venenosas que le merecían. La mayoría de ellos ni siquiera eran comunistas, sino intelectuales liberales o, simplemente, progresistas. En una libreta de tapas azules, quien creara la imagen novelesca del superpoder totalitario, iba anotando escrupulosamente sus impresiones acerca de aquéllos a quienes luego denunciaría al Servicio Secreto británico y a la CIA. Del poeta inglés Tom Driberg, por ejemplo, decía: “Se cree que es miembro clandestino del P.C.”, “judío inglés”, “homosexual”. Del músico de color Paul Robeson: “muy antiblanco”. A Kingsley Martin, director del conocido semanario del laborismo de izquierda News Statesman lo definía como „un liberal degenerado, muy deshonesto”. A Malcolm Nurse, uno de los padres de la liberación africana, lo calificaba de “negro antiblanco”. Al universalmente conocido John Steimbeck lo insertó en su cuaderno delator por ser, según su opinión, un “escritor espurio y pseudoingenuo”. Ni Charles Chaplin, ni el novelista JB Priestley, ni el entrañable Bernard Shaw, ni el celebérrimo Orson Welles, ni el prestigioso historiador E. H. Carr, se libraron del lápiz acusador de George Orwell. (3)
Orwell fue una creación de la CIA, independientemente de la opinión que se tenga acerca de la calidad literaria de su obra. La Agencia no escatimó a la hora de invertir fondos para promocionar su obra. Era conocedora del efecto devastador que el mensaje de un supuesto representante de los valores de la izquierda, podía tener sobre amplios sectores de la opinión.
Como otros intelectuales de aquella -y de ésta – época, sucumbió a la seducción del éxito fácil y la notoriedad rápida que posibilitaba la transmisión de un mensaje construido por los diseñadores de la guerra fría. La tragedia para su memoria ha sido doble. Por una parte, la apertura de unos archivos polvorientos del Foreign Office ha puesto al descubierto su personalidad fraudulenta. La ausencia de escrúpulos del escritor británico solo fue equiparable con la de los más despreciables protagonistas de sus propias novelas. La historia, finalmente, le ha pasado factura, colocándolo en el lugar donde le corresponde, aunque para ello hayan tenido que transcurrir más de cincuenta años.
Por otro lado, la sociedad siniestra que Orwell describió se parece cada día más a la que, paradójicamente, él contribuyó a reproducir y a nosotros nos está tocando vivir. Toda la panoplia orweliana de “policías del pensamiento”, “semanas del odio”, “nopersonas” y esa
“neolengua” que se empequeñece en lugar de agrandarse, haya su réplica en la estampa que nos está ofreciendo la sociedad actual. ¿Qué más da que la uniformización del pensamiento corra a cargo del “Gran Hermano” o de las siete multinacionales de la comunicación que controlan y “depuran” la transmisión planetaria de las ideas? ¿Hay tanta diferencia entre las “Semanas de odio” que organizaba el Big Brother y las que hoy organiza Bush, con la finalidad de preparar psicológicamente a la población de los EEUU para una guerra de conquista?
¿Existe una divergencia tan grande entre el “Ministerio de la Verdad” de “1984,” que diariamente determinaba lo que debía pensar el ciudadano, y la aplastante uniformidad de opiniones que cada mañana puede escucharse en todas las emisoras radiofónicas del Estado Español? ¿En qué se diferencian los delitos de opinión que cometían los “criminales del pensamiento”, y los que hoy se atribuyen a los perseguidos redactores de Egunkaria?
Se equivocan quienes consideren que la la batalla ideológica por el control del pensamiento, es solamente una secuencia del pasado, un capítulo oscuro de la Guerra Fría. Nada más lejos de la realidad. Mientras en nuestro planeta existan pueblos que dominan y otros que son dominados; clases que detentan la propiedad de las riquezas y otras que no tienen acceso a ella, la batalla de las ideas no concluirá.
El sueño de los estrategas norteamericanos de la posguerra se ha cumplido. Hoy la hegemonía ideológica, política, económica y militar de los EEUU en el mundo es indiscutible. Pero … ¿por cuánto tiempo?
Febrero, 2004
Fuentes:
* “La CIA y la guerra cultural”, Frances Stonor Sanders. Edit Debate. 2001
* “La política cultural de la CIA”, Luis Britto Garcia. * “La pluma y el dólar. La guerra cultural y la fabricación industrial del consenso”, Nestor Kohan.
* “La CIA y la cultura, un campo poco explorado de la Guerra Fria „, Carlos M. Tur Donatti.
* „El dulce engaño de una podrida libertad” Pedro de la Hoz.
* „La inocencia perdida/”, Ricardo Alarcon Quesada la policía secreta”. James Petras
* „La CIA y la Guerra Culturalf; Monthly Review
* „La lista maldita de George Orwell, escritor. .. y espía. Adam Feinstein

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Orwell delató a Chaplin 27 de enero de 2014 at 22:58

¿ Te gusta un totalitario como Orwell, que denunció a los servicios secretos ingleses a decenas de artistas de iquierdas y algunos de los cuales sufrieron cazas de brujas? Un Orwell que en la lista delatora en la que se incluía Chaplin, Bernard Shaw y muchos otros, utilizaba calificativos como homosexual o judío, en todo despectivo..
¿ Te gusta la obra de un totalitario como Orwell, que presenta en Homenaje a Cataluña a las tropas de la República como si fueran unos fascistas? ¿ Te gusta Rebelión en la Granja que es una obra tan anticomunista, que equipara la naturaleza animal a la humana, no dejando ninguna alternativa ni posibilidad a la rebelión?
En la mesa de los granjeros blancos, seguro que comía el cerdito delator de Orwell, mientras el totalitario Juanito Torres aplaudía tan úfano él.

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