Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

Sí o Sí: el voto secreto al garete en mi universidad

La Universidad de Sevilla es la única de España que elige a su máxima autoridad por votación del claustro y no por votación de todos sus miembros mediante sufragio «universal» ponderado (entre comillas porque en realidad el voto tiene un valor diferente según el grupo académico al que se pertenezca).

Se trata de una singularidad y se puede discutir si una elección a través del paso intermedio del claustro es más o menos democrática que la del sufragio general ponderado. Yo creo que puede haber poca democracia en el sufragio universal (cuando me presenté a rector de la Universidad de Málaga con este procedimiento descubrimos por casualidad a un decano con montones de carnet de identidad de alumnos en sus manos yendo a votar y me consta que hubo profesores asociados a los que sus catedráticos les obligaron a votar según su preferencia). Y me parece que si el sistema de elección al claustro es democrático también puede serlo la elección del rector. Aunque creo que, en igualdad de condiciones (o dicho de otro modo, teniendo en cuenta que es imposible que haya democracia sin demócratas) el balance es favorable al sufragio, en mi modestísima opinión.

Pero el problema de esta universidad no es exactamente que los rectores se elijan por el claustro. Lo malo es que esa singularidad viene acompañada por lo que a mí parece que ya es una auténtica anomalía democrática: el claustro que elige cada cuatro años al rector o rectora no se elige de nuevas cada vez que hay elección sino que los plazos se han organizado para que al nuevo rector lo elija el claustro anterior. Es decir, el claustro elegido bajo el mandato (la influencia o el poder, como se quiera llamar) del rector que se presenta a reelección o del equipo del que suele salir uno nuevo.

Así ocurrió con el actual rector. Era vicerrector en el equipo anterior que organizó la elección del claustro que luego se debía encargar de elegirlo. Cuando el anterior rector cesó (para pasar a ser Consejero de Economía de la Junta de Andalucía) el actual pasó a serlo en funciones y en esa condición, siendo ya candidato in pectore, convocaba a los miembros del claustro en su despacho de rector, supuestamente para informarles pero en realidad en clara pre-campaña electoral.

Pero las cosas no terminan con esa anomalía.

Hace ya tiempo, y recogiendo un sentir muy amplio de la comunidad universitaria, noventa claustrales solicitaron que se produjese un debate en claustro (que fuese y se decidiese solo allí ya parece otra anomalía pero dejémoslo ahí) para modificar el sistema de elección al rector. No voy a contar aquí las dificultades incomprensibles (o quizá perfectamente comprensibles a tenor de lo que acabo de señalar) a las que se sometió la petición. Simplemente diré que por fin se convocó el debate y que tras él hubo que convocar la votación para que el claustro decidiera si se cambia o no el sistema. Y es aquí donde se produce un último episodio, ya esperpéntico. La mesa del claustro, obviamente controlada directamente por el rector y su equipo, establece que en la votación habrá una papeleta en la que solo se podrá votar Sí a la iniciativa de cambiar el procedimiento de elección. Es decir, haciendo saltar a la torera no solo las normas universitarias y generales sobre consultas sino la elemental obligación democrática de garantizar que el voto sea secreto (porque bastará con conocer quién ha depositado la papeleta de voto para saber quién está en contra de la posición del rector).

No voy a hacer más comentarios al respecto pues creo que las conclusiones sobre la situación en que se encuentra esta universidad son evidentes. Simplemente me limitaré a señalar una curiosa casualidad: casi al mismo tiempo que se adoptaba la decisión de utilizar una papeleta con la única posibilidad de votar Sí, el actual rector y responsable de lo que acabo de comentar calificaba de «liberticidas» a quienes critican que se celebren corridas de toros (En una noticia aparecida en El Diario de Sevilla con el título El rector corta orejas podía leerse que en un acto público denunció a los “liberticidas que se empeñan en demonizar símbolos culturales que han servido durante siglos de argamasa de este país llamado España”).

Curiosa España en la que quienes cercenan la democracia en el templo centenario del saber critican a otros por atentar contra la libertad.

P.S.

Después de escribir lo anterior se celebró un claustro en mi universidad en el que varios de sus miembros afearon al rector lo que estaba sucediendo, haciéndole ver que se transgredían las normas que el propio equipo pectoral había establecido. La respuesta del rector, según me han informado, es que esa es su decisión y que quien no esté conforme que acuda a los tribunales.

1 comentario

Paco 24 de mayo de 2016 at 00:15

Y esto sucede donde se supone que reside la cultura.

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