Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

El virus y la economía (1): mucho peor de lo que parece

Publicado en lapoliticaonline.es el 12 de marzo de 2020

¿Un simple virus puede poner en solfa al mundo entero? ¿Una economía mundial tan potente y asentada pueda estar en peligro por esa causa? ¿Se pueden venir abajo las bolsas sólo por el efecto de la propagación de un virus? ¿Qué está pasando y qué puede pasar, por qué tanta alarma?

Es normal que la mayoría de la gente se haga este tipo de preguntas pero me temo que las respuestas que se están dando son confusas y que generan más dudas de las que resuelven.

Sobre la epidemia, lo cierto es que todavía no se sabe bien cuál puede ser su verdadera magnitud. Parece ser que si se aplican medidas de aislamiento e higiene que eviten su propagación, sobre todo a personas especialmente vulnerables, en muy pocas semanas se podría frenar su expansión sin que se produzca un efecto especialmente dramático. Eso es lo que parece que ha ocurrido en China, gracias a que allí hay un sistema de toma de decisiones muy centralizado, dictatorial, y en donde se han podido aplicar recursos millonarios para aislar a la población. Pero es difícil que se pueda actuar del mismo modo en otros países, de modo que no se puede descartar un contagio exponencial que afecte a millones de personas en unas cuantas semanas.

Diferentes estudios realizados en los últimos años sobre los efectos económicos de este tipo de epidemias nos permiten saber algunas cosas. Primero, que es seguro que lo que está pasando tendrá consecuencias y costes; segundo, que su efecto final dependerá del tiempo que dure la alarma y del frenazo de la actividad que produzca; y, tercero, que sólo si se actuara con gran ineficacia y se alcanzara un nivel de mortalidad ahora mismo posiblemente impensable (más 15 millones de muertos al año), quizá se produciría un coste que comenzaría a ser más o menos equivalente al que supuso la última gran crisis.

A pesar de eso, a mi me parece que el peligro al que nos enfrentamos no es la difusión de un virus ni aunque este fuese mucho más letal de lo que ahora podamos imaginar que llegue a ser el coronavirus en el peor de los casos.

El problema grave que tenemos delante de nuestras narices y al que no le estamos dando la importancia que tiene es la situación en la que se encuentra el sistema en el que vivimos, el capitalismo de nuestros días. Un sistema complejo que tiene propiedades que le hacen funcionar de un modo muy específico.

Estos sistemas, como el capitalismo, son imprevisibles y permanentemente inestables, y de ahí que sea muy difícil predecir cuál será su evolución. Pero sí sabemos, sin embargo, algunas cosas importantes sobre su funcionamiento y evolución y, sobre todo, sobre lo que puede hacer que colapsen.

Sabemos, por ejemplo, que los sistemas complejos como el capitalismo viven al borde o expuestos permanentemente al fallo sistémico y fatal, que tienden constantemente a la crisis y que están siempre en peligro de colapsar, precisamente porque su complejidad no es otra cosa que inestabilidad y desorden.

Pero, al mismo tiempo, también sabemos que la gran probabilidad de fracaso, de fatalidad, que acompaña a cualquier sistema complejo hace que generen en su seno constantes y potentes elementos de protección. Por eso pueden resultar muy seguros a pesar de ser, al mismo tiempo, muy propensos al colapso. Precisamente por eso.

En segundo lugar, sabemos también que los sistemas complejos casi nunca colapsan por el efecto de un solo fenómeno. Para que se produzca un fallo total, sistémico, fatal, para que colapsen, es necesario que concurran diferentes fallos al mismo tiempo.

Y es muy importante saber que estos sistemas funcionan siempre en condiciones degradadas, es decir, con muchos fallos latentes que es imposible erradicar, bien porque se desconocen, porque no compensa o porque no se quiere asumir el coste de eliminarlos en todo o en parte.

Las consecuencias de esto que sabemos sobre los sistemas complejos son de aplicación a lo que está pasando con la epidemia del coronavirus

En primer lugar, que es muy difícil que resulte tan fatal como se está creyendo. El sistema se está defendiendo del «fallo» en su funcionamiento que supone el coronavirus con mecanismos del propio sistema que son seguramente mucho más potentes de los que serían realmente necesarios para evitar que se convierta en un peligro global o letal. Y, como he dicho, es altísimamente improbable, por no decir, imposible, que el sistema en su conjunto se vea afectado fatalmente por un solo fallo o factor.

Pero, en segundo lugar, hay algo que es mucho más preocupante.

La epidemia del coronavirus constituye un fallo añadido en el sistema que si se contempla linealmente puede parecer poca cosa. Pero que puede resultar de efectos muy graves si se tiene en cuenta que su presencia muta la condición del sistema en su conjunto porque interactúa con otros de sus fallos latentes. Es decir, el coronavirus es realmente peligroso no por lo que supone en sí mismo sino porque aumenta mucho la degradación del sistema en su conjunto, en mucha mayor proporción de la que correspondería a su aislada naturaleza de epidemia sanitaria.

A mi juicio, la extraordinaria gravedad del coronavirus no es el daño que produciría una epidemia si se pudiera contemplar aisladamente, sino la aceleración del efecto degradante o destructor de los demás fallos que estaban más o menos contenidos hasta ahora.

Ya escribí hace unos meses que se estaba gestando una crisis de muchos frentes pero que -a corto plazo- tenía tres manifestaciones o vías de expansión principales: las bolsas, que han alcanzado una sobrevaloración disparatada que las lleva a estallar antes o después; la deuda en crecimiento insostenible; y el bloqueo de la oferta como consecuencia de la continua caída de la rentabilidad del capital material en favor del beneficio financiero.

Los problemas que puede traer ahora la propagación del coronavirus tienen que ver justamente con esa crisis de oferta que ya en los últimos meses se estaba produciendo en casi toda la economía mundial en forma de una desaceleración relativamente atenuada.

Ahora, las respuestas que inevitablemente van a tener que adoptar los gobiernos para evitar el contagio van a bloquear todavía más la oferta y sus consecuencias van a ser varias, pero todas con algo en común: reactivar los fallos hasta ahora latentes o adormecidos.

En primer lugar, va a disminuir la producción, se van a desarticular los canales de suministro y distribución, van a producirse carencias de aprovisionamiento a escala global y la crisis empresarial va a generalizarse, disminuyendo mucho más la rentabilidad del capital que mueve los motores de la economía productiva. La crisis de oferta va a ser muy fuerte.

En segundo lugar, va a aumentar la deuda empresarial y la dificultad para hacerle frente por parte de miles de empresas, especialmente por las «zombis» que hasta ahora han estado manteniendo su actividad a base de más deuda, pero sin generar beneficio suficiente.

En tercer lugar, el cambio de expectativas, la posibilidad de que se produzcan quiebras en cadena y movimientos extremos por parte de las autoridades en materia de gasto e intervención financiera, van a producir un caos bursátil de la mano de las operaciones automatizadas, de los algoritmos que utilizan los grandes fondos especulativos. Las bolsas, como ya anticipé, son ahora mismo el eslabón más débil y volátil del capitalismo, estaban a punto de saltar y el virus va a hacer que estallen sin remedio.

En cuarto lugar, todo eso va a afectar al sector financiero que perderá negocio solvente y frenará la financiación, amplificando los problemas anteriores, cuando no sufriendo él mismo una nueva crisis financiera.

En quinto lugar, la intervención de las autoridades va a ser bastante complicada y poco efectiva porque ahora no se trata de impulsar la demanda inyectando capacidad de gasto (que hará falta) sino de poner en pie la oferta, y eso es mucho más difícil cuando las empresas cierran y las redes productivas se han boqueado.

En sexto lugar, no descarto que, precisamente por el bloqueo de la oferta, se produzca un rebrote inflacionario que pondría a los bancos centrales ante un dilema terrible, pues estarían obligados a frenarlo. Y entonces estará por ver cómo podrán soplar y sorber al mismo tiempo, es decir, hacer política expansiva y contractiva a la vez.

Si no se toman medidas drásticas para evitar los contagios, si no se aísla a la población, la expansión de la pandemia es casi segura y esa expectativa de crisis paralizaría la actividad. Pero la cuarentena y el aislamiento también la frenará sin remedio. No hay salida. Pero el problema no es el virus, sino un sistema complejo en el que un fallo aparentemente sin demasiada importancia puede reactivar otros fallos hasta ahora latentes o medio controlados. Y es esa conjunción de factores lo que va a crear una situación nueva y que representa un peligro muy serio.

Si los fallos latentes diversos se hacen expresos y si su aparición coincidente los convierte en un fallo único y estructural, nos vamos a enfrentar a un problema económico hasta ahora desconocido en la época del capitalismo globalizado y neoliberal.

Y las recetas que los gobiernos y las autoridades monetarias han venido utilizando no les van a servir. Ahora tendrían que pensar «al revés» de como lo han hecho hasta ahora desde hace décadas y eso no les va a resultar fácil. No tienen soluciones porque ni siquiera se pueden imaginar cuál es la naturaleza del problema que tienen por delante. De ahí que estén desorientados y sin saber bien qué hacer.

El virus es la pequeña mariposa de la teoría del caos: el suave movimiento que producen sus alas en una esquina del planeta se está empezando a traducir en una tempestad a miles de kilómetros. La gente lo intuye con más sabiduría que los políticos y economistas que siguen creyendo que sólo se trata de tomar medidas sanitarias acompañadas de otras cuantas económicas convencionales, cuando el peligro verdadero está en otro lado, en los fallos estructurales del sistema que el virus puede haber reactivado ya.

Hablaré de alternativas en el siguiente artículo pero anticipo la principal: es obligado que vivamos de otro modo.

13 comentarios

UN LECTOR 13 de marzo de 2020 at 23:28

Buenas noches:
¿China dictatorial? No lo sé con certeza. El modo de entender la vida de los chinos poco tiene que ver con el nuestro. No sé si ellos lo ven como una dictadura. ¿España democrática? Tampoco lo sé con certeza y no sé, tampoco, cómo lo ven los chinos.
Pero si en España se aplicaran medidas drásticas, ¿la autoridad no sería confundida con el autoritarismo? Para mí sería tomar el toro por los cuernos, pero supongo que para otros muchos lectores no. El mundo es gris.
Saludos,

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Antonio Gonzalez 14 de marzo de 2020 at 18:31

Se crearan muchos problemas los cuales seran faciles de resolver solo para aquellos que tengan una infinita disponibilidad de recursos economicos que solo puede ser otorgada por la posibilidad de imprimir todo el dinero FIAT que te de la gana y que sea aceptado como bueno por el resto del mundo.

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Juan MIguel Fernández 14 de marzo de 2020 at 19:46

Muy acertado.
Entramos en un torbellino de políticas nacionales contradictorias e insuficientes.
Esto no acaba en nada bueno.

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Carlos 15 de marzo de 2020 at 01:48

Muchas gracias. ¿Es posible que haya un nuevo orden económico internacional en el futuro?

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MANUELITOLIQUIDANO 15 de marzo de 2020 at 02:44

EL VIRUS TRAERA MAS POBREZA AL 90% DE LA HUMANIDAD, SE VERAN MAS AFECTADOS LOS PAISES SUBDESARROLLADOS. MUCHAS MONEDAS PERDERAN SU VALOR,EL NUMERO DE EMIGRANTES AUMENTARA, GRANDES CORPORACIONES VENDRAN A LA QUIEBRA , PERO SURGIRAN CON MAS PODER ECONOMICO PAISES DEL TERCER MUNDO POR SU MANO DE OBRA BARATA Y SUS RECURSOS NATURALES .EL AGUA SERA UNO DE LOS RECURSOS QUE MAS VALOR TOMARA. SURGIRAN OTROS MODELOS DE ECONOMIA Y DE GOBIERNO MANU LIQUIDANO

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Vicente Monje Flores 15 de marzo de 2020 at 09:37

Lo que sigue no me lo quiero perder, don Juan. Y muchas gracias por sus esclarecidos criterios de adonde nos ha llevado el neoliberalismo.

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Juan bautista Astigarraga Goitia 15 de marzo de 2020 at 12:38

Artículo extraordinario por su capacidad de análisis independiente, su claridad y su valentía. Yo también opino que tendremos que vivir de otro modo.
Soy economista de Deusto y abogado por Valladolid, Y he trabajado 40 años en cinco
empresas y asesorado a emprendedores a travée de una de ellas.
Espero con ansiedad sus alternativas.

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Juan bautista Astigarraga Goitia 15 de marzo de 2020 at 13:21

Formidable, claro y valiente.
Espero con ansiedad las alternativas.
Pamplona 15-03-20

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Lisardo Sobrino Fernández 15 de marzo de 2020 at 13:48

¿No hace mucho tiempo ya, quizás,
que deberíamos todos estar caminando
en esa nunca tardía alternativa final
que con premeditación nos has adelantado?
Disculpa en lo banal de la frase
que es escusa sencilla para saludarte.

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jose 15 de marzo de 2020 at 19:17

Algunos piensan que el coronavirus ha sido provocado para provocar pánico y hundir los mercados, la consecuencia de esto es que esta crisis además de sanitaria tiene un trasfondo económico y financiero. Piensan que el SIDA y otras enfermedades también fueron provocadas por oscuros individuos.
Yo particularmente no sabría que pensar. Nos han engañado tantas veces. Habría que retrotraerse al hundimiento del Maine y la guerra hispoano nortemericana para arrebatar a España las últimas colonias, el hundimiento del Lusitania y el comienzo de la primera guerra mundial, la tragedia de Pearl harbour y el comienzo de la segunda guerra mundial, lo sucedido en el golfo de Tonkín y la guerra de Vietnan, las armas masivas de Sadan Husein como pretexto para invadirlo. Todo mentiras. Produce escalofrios pensar ciertas cosas, pero resulta inevitable hacerlo.
Yo solo se una cosa: cuando todo esto del coronavirus acabe, porque es indudable que esto acabará, los que estaban en liquidez cuando empezó la pandemia serán más ricos. Y los que no estaban en liquidez, encontraran dinero para comprar, porque ellos son los p. amos del dinero porque el anillo de poder lo creo Sauron, el señor de Mordor y a él debe de volver. Cuando todo esto se hunda, ellos compraran. Es la historia interminable, la historia siempre repetida.

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Luis Maria 16 de marzo de 2020 at 17:10

No soy economista sino que he sido 40 años profesor de Filosofia para adolescentes y creo que acierta el autor al diagnosticar la enorme fragilidad del capitalismo global y señala con claridad que nuestro estilo de vida tiene que cambiar totalmente. Además yp añadiria que el colapso ademá de económico será ecológico. Un saludo cordial

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Praderas 18 de marzo de 2020 at 01:10

Felicitar al pueblo y gobierno chino por el esfuerzo y lucha que están desarrollando para frenar este virus traído de fuera del país.? porque consideras a China sociedad autoritaria? En este país Canalla, consideras la sociedad más democrática, no me hagas vomitar, cuanto progre vasallo hay.

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Praderas 18 de marzo de 2020 at 23:23

China y Cuba mandando médicos, as esp. a Italia=democracia, derechos humanos, libertad de expresión razones humanitarias etc etc.? Hasta dónde llega la sociedad robotizada Occidental?

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